El pasado lunes 7 de Octubre, el delegado de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, Borja Carabante, anunciaba un plan de control de la población de cotorras para la ciudad de Madrid. Las especies diana son la cotorra argentina y la cotorra de Kramer, originarias de Asia y el Norte de África. El número de estas aves ha incrementado un 33% en los últimos 3 años y esto ha llevado a considerarlas una amenaza para la seguridad y la conservación de la biodiversidad de la capital. El ayuntamiento planea invertir 100.000 € en esta operación, que se iniciará en otoño del año que viene y que consistirá en la esterilización de huevos pero también en el exterminio de prácticamente todos los individuos que habitan la ciudad, quienes serán capturados con redes y, posteriormente, gaseados. Carabante expone que lo ideal sería reducir el número de ejemplares a cero, pero establece que menos de 600 sería una cifra aceptable.  Sin embargo, la población actual en la ciudad de Madrid es de 10.800 cotorras argentinas y 1.300 cotorras Kramer y fácilmente podría llegar a 20.000 individuos de ambas especies en tan sólo un año, lo que prácticamente doblaría el número de individuos a exterminar.

“Hay que actuar y queremos defender nuestro medio ambiente y no es todo igual y hay buenos y malos. Los que vienen de fuera y vienen en plan agresivo no deben estar y están donde no tienen que estar y causan daños. El espíritu de la ley es que no hagan daño a nuestra fauna”– sentencia Carabante-. Sin entrar en el despropósito que supone la simplista y falaz división de especies en buenas y malas, el delegado alega a la protección de la fauna autóctona como justificación de tal atrocidad, haciendo posteriormente mención a la protección del gorrión. Esta ave, al tratarse de una especie sedentaria, resulta más vulnerable a los cambios en su entorno inmediato, sin embargo, la competencia con nuevas especies es sólo uno de muchos factores. El declive de su población en Europa, que se estima en un 63% en las últimas tres décadas, también está estrechamente vinculado a la dificultad para encontrar alimento, al aumento de sus depredadores, la contaminación, la disminución de su capacidad inmune e incluso al electromagnetismo generado por antenas, como plantea un estudio de Alfonso Balmori y Örjan Hallderg. Y aunque el Gorrión compita por los recursos con estas aves, también es cierto que aprovechan huecos de los grandes nidos de las cotorras argentinas para formar los suyos propios.

El resto de argumentos giran en torno a la salud y la seguridad humana. En primer lugar, exponen que las cotorras transmiten enfermedades, algo obvio pero también extensible al conjunto de aves urbanas, incluidas aquellas a las que pretenden proteger. Por otra parte, explican que los nidos de las cotorras argentinas, que pueden llegar a pesar 200kg, pueden caer y lesionar a los transeúntes. Algo que podría resolverse con la relocalización de aquellos nidos que resulten peligrosos. Del mismo modo, la reducción de la población de cotorras podría lograrse con métodos mucho menos crueles como la captura, esterilización y posterior liberación de machos, la utilización de productos limitantes de la eclosión de huevos o mediante el trasladando de ejemplares a refugios. Sin embargo, estas alternativas, mucho más éticas, tendrían un coste más elevado a corto plazo que el exterminio en masa que propone el Ayuntamiento de Madrid.

La propuesta ha sido aplaudida por algunas organizaciones ecologistas, quienes con su apoyo demuestran un arbitrario desprecio por individuos de especies no-autóctonas, basado únicamente en lo que se ha descrito como “xenofobia animal”. La reacción contraria tampoco se ha hecho esperar en colectivos animalistas y, también, en el conjunto de la sociedad, ya que las encuestas realizadas demuestran que la mayoría preferiría un control poblacional que no pasase por exterminar ejemplares. Y es que la idea de capturar y matar -no caigamos en eufemismos como sacrificar- entre 12.000 y 20.000 individuos resulta repulsivo. Pero se vuelve más desagradable si pensamos en cómo han llegado estas especies, mal llamadas invasoras, a instalarse en nuestro país. Entre 1986 y 2015, España importó de forma legal unas 190.000 cotorras argentinas y cerca de 63.000 cotorras Kramer para venderlas como animales de familia. Aunque actualmente su tenencia y comercialización ha sido prohibida, esto no libra al ser humano de la responsabilidad del problema.  Estas aves, que hasta ese momento vivían en libertad, fueron capturadas, trasladadas y encerradas en jaulas de hogares españoles por capricho humano. Parte de estas adopciones resultaron irresponsables y muchas cotorras acabaron siendo soltadas y abandonadas sólo porque a sus compañeras humanas les molestaba su griterío. Ante esta situación, las cotorras se vieron forzadas a sobrevivir y reproducirse en la urbe. Sin embargo, su origen silvestre les permitió adaptarse al nuevo medio de forma mucho más efectiva que las especies autóctonas, lo que causó que proliferaran con rapidez hasta alcanzar las cifras aquí mencionadas.

Como ya es habitual, nos encontramos ante una problemática ecológica causada exclusivamente por el egoísmo y la irresponsabilidad humana y, desafortunadamente, la solución que se plantea es igual de egoísta e irresponsable.

Referencias:

https://www.seo.org/2019/10/10/seobirdlife-realiza-el-seguimiento-de-especies-exoticas-como-las-cotorras/

http://www.geobiologia.cl/files/Balmori_declive_urbano_del_Gorrion_Comun.pdf

https://www.20minutos.es/encuesta/te-parece-bien-el-plan-para-reducir-la-poblacion-de-cotorras-en-madrid-6101/resultados/

https://elpais.com/elpais/2018/06/03/ciencia/1528060036_486087.html

https://elpais.com/ccaa/2016/09/17/madrid/1474125840_664639.html

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