“Avances recientes en nuestra comprensión de la complejidad de su comportamiento, fisiología y neurobiología sugieren que los peces y otras especies acuáticas se encuentran lejos de ser simples autómatas de respuestas reflejo” (Sneddon et al., 2018). Con esta afirmación, diez especialistas del ámbito del comportamiento y de la cognición en peces inician un artículo publicado en la revista Animal Sentience en el que se discuten los principales avances científicos que deberían inclinarnos hacia la idea de que los peces, y probablemente otros organismos acuáticos, son individuos sintientes, es decir, seres con la capacidad de tener experiencias positivas y negativas y, por tanto, vulnerables a experiencias como el dolor.

Hoy, último sábado del mes de marzo, se celebra la Jornada Mundial por el Fin de la Pesca, una iniciativa que se enmarca en la campaña internacional “¿Quiénes son los peces?” (Another perspective on fish), cuyo objetivo es el de mantener activo el debate y la comunicación científica en torno a las vidas afectivas y cognitivas de peces y otros organismos acuáticos, datos ineludiblemente vinculados al debate ético y a las implicaciones políticas correspondientes. El objetivo de este artículo es reflejar algunas de las evidencias científicas que motivan esta Jornada y su llamada a la consideración moral de los intereses de peces, crustáceos y cefalópodos.

El dolor es la experiencia afectiva más estudiada en peces. Cuando sentimos dolor, disminuyen nuestros niveles de actividad o nuestro apetito. De la misma manera, las truchas suspenden la búsqueda de alimento durante tres horas tras ser expuestas a un estímulo potencialmente doloroso (Sneddon, 2003). Las investigadoras Victoria Braithwaite, Lynne Sneddon y Michael Gentle (2003), analizaron la respuesta neofóbica (miedo ante lo nuevo) en truchas mientras éstas experimentaban un estímulo nocivo (ácido subcutáneo). Los peces que no habían sido sometidos a dicha condición, reaccionaban ante un objeto nuevo desarrollando una respuesta clásica de neofobia: aumento de la frecuencia respiratoria y manteniendo la distancia con el objeto. En cambio, los peces que habían sido inyectados con ácido no manifestaban dicha respuesta, es decir, su respuesta al miedo se veía alterada. Sin embargo, la reacción al miedo ante un estímulo nuevo se mantenía si a los peces a los que se les administraba el ácido se les proporcionaba también un analgésico, sugiriendo la posibilidad de que el dolor estuviera capturando toda la atención del individuo e interfiriendo sobre la respuesta al miedo. Este y otros resultados llevaron a las investigadoras del estudio a concluir que “las truchas cumplen los criterios para el dolor” (Braithwaite, Sneddon y Gentle, 2003).

Muchos de los experimentos destinados a estudiar la experiencia del dolor en peces han sido realizados en truchas.

 

Las carpas doradas aprenden a evitar la zona del acuario en la que se las alimenta si en esta zona reciben una descarga eléctrica. Sin embargo, cuando los peces son sometidos a tres días de ayuno, éstos se exponen más veces y durante más tiempo a la descarga eléctrica para poder acceder a la comida (Millsopp y Lamming, 2008). Este balance de compromisos entre exponerse al potencial dolor (descarga eléctrica) y otras motivaciones (acceso a comida), pone de manifiesto que la reacción de los peces ante la descarga eléctrica dista de ser una respuesta exclusivamente basada en automatismos.

Dorada, una de las especies más consumidas en España.

Más allá del placer y el sufrimiento, los estados afectivos de los seres sintientes quedan condicionados por nuestras individualidades, pues un mismo estímulo podrá tener diferentes consecuencias en función del individuo que lo experimenta. Las doradas, por ejemplo, reaccionan de manera distinta ante estímulos estresantes en función del individuo, así, “las diferencias individuales en las respuestas comportamentales frente a los retos refleja la presencia de personalidad en peces” (Castanheira et al., 2013). Otro ejemplo lo encontramos en un estudio publicado en la revista Applied Animal Behaviour Science, en el que se caracterizó la personalidad de las lubinas en base a diferencias en su motivación por escapar de estímulos estresantes y su nivel de timidez/atrevimiento (Ferrari et al., 2014).

Mientras se acumulan las evidencias que apoyan la capacidad sintiente y la individualidad en peces, hoy los datos sobre sus capturas y producción se reportan por toneladas. Estimaciones realizadas por fishcount.org.uk, indican que entre 2007 y 2016 se capturaron cada año a nivel global entre 0,79 y 2,3 millones de millones de peces. Además, entre 51 y 167 miles de millones de peces fueron matados en piscifactorías para consumo humano en 2017.

¿Cuál es la situación de los peces en la industria pesquera? Heridas, estrés, exposición a depredadores o barotrauma debido a los cambios de presión son algunos de los focos de malestar a los que estos individuos son expuestos. Durante la pesca de arrastre, “los peces nadan en la red hasta quedar exhaustos, acabando en el final de la misma aplastados por otros miles de individuos” (Brown y Dorey, 2019). Una vez en cubierta, los peces todavía vivos morirán asfixiados o eviscerados. En las piscifactorías, se comprometen severamente sus necesidades comportamentales, son hacinados y expuestos a estrés, lesiones, manejo y a una elevada susceptibilidad a enfermedades (Ashley, 2007), para acabar siendo innecesariamente matados mediante procedimientos estresantes y dolorosos.

A pesar de lo distantes que estos individuos puedan parecernos, “las evidencias sobre el dolor en peces son tan buenas como lo son para mamíferos no humanos. De hecho, son mejores que para aves, reptiles y anfibios” (Brown y Dorey, 2019). ¿Y qué hay de los invertebrados marinos que también llegan a las mesas de todo el mundo? Cefalópodos (pulpos, sepias y calamares) y artrópodos decápodos (gambas, cangrejos,…) son los grupos de invertebrados para los que disponemos de algunas evidencias que, en el más conservador de los casos, no nos permiten rechazar la posibilidad de que sean sintientes.

En un estudio publicado recientemente encontramos la que ha sido considerada como una de las evidencias más robustas sobre la capacidad de sentir dolor de los pulpos. En dicho estudio, se observó que los pulpos evitaban un espacio en el que habían recibido daño (Crook, 2021). Asimismo, desarrollaban preferencia por un espacio en el que dicho daño había desaparecido (Crook, 2021). Según el investigador, “estos datos apoyan la existencia de un estado afectivo negativo y duradero en pulpos: la primera evidencia para la experiencia del dolor en este clado de invertebrados neurológicamente complejos” (Crook, 2021).

Pulpo común.

En relación a los crustáceos decápodos, el análisis de los relativamente escasos datos entorno a la sintiencia en artrópodos conduce a algunos autores a la conclusión de que es probable que sean sintientes (Feinberg y Mallatt, 2017; Tye, 2017). Uno de los experimentos más reveladores fue llevado a cabo por Marry Bagee y Robert Elwood de la Queen’s University Belfast. En sus estudios, observaron que cangrejos ermitaños abandonaban su caparazón si eran sometidos a una descarga eléctrica. Sin embargo, cuando éstos detectaban olor a depredador en el ambiente, se reducía su predisposición a abandonar el caparazón después de la descarga (Magee y Elwood, 2016). Estas observaciones sugieren que el comportamiento de salida del caparazón ante la descarga no es una respuesta reflejo, sino que se establece un balance de compromisos entre el dolor de la descarga y la amenaza de la depredación (Magee y Elwood, 2016), lo que es consistente con la posibilidad de que estos invertebrados sean sintientes.

Cangrejo ermitaño.

 

Abandonar la burbuja antropocéntrica pasa necesariamente por asumir las implicaciones éticas y políticas de estos datos, pues aceptar que peces y algunos grupos de invertebrados acuáticos sienten y sufren nos fuerza a reconsiderar nuestras acciones en múltiples esferas: desde la pesca hasta la crisis climática antropogénica, pasando por el mascotismo y la acuicultura. Por ello, desde “Antropología de la Vida Animal, Grupo de Estudios de Etnozoología” sumamos nuestro apoyo a las reivindicaciones de la Jornada Mundial por el Fin de la Pesca que hoy se celebra y a su objetivo de llamar la atención de la opinión pública sobre “la existencia de seres sintientes cuyas vidas solemos ignorar y que son objeto de una violencia rutinaria”.

Referencias:

Ashley, P. J. (2007) ‘Fish welfare: Current issues in aquaculture’, Applied Animal Behaviour Science, 104(3–4), 199–235.

Brown, C. y Dorey, C. (2019) ‘Pain and Emotion in Fishes – Fish Welfare Implications for Fisheries and Aquaculture’, Animal Studies Journal, 8(2), 175-201.

Castanheira, M. F. et al. (2013) ‘Can We Predict Personality in Fish? Searching for Consistency over Time and across Contexts’, PLoS ONE, 8(4), 1–9.

Crook, R. J. (2021) ‘Behavioral and neurophysiological evidence suggests affective pain experience in octopus’, iScience, 24(3), p. 102229.

Feinberg, T. E. y Mallatt, J. M. (2017) The Ancient Origins of Consciousness. How the Brain Created Experience, Cambridge: MIT Press.

Ferrari, S. et al. (2014) ‘First links between self-feeding behaviour and personality traits in European seabass, Dicentrarchus labrax’, Applied Animal Behaviour Science. s161(1), 131–141.

Laubu, C., Louâpre, P. y Dechaume-Moncharmont, F. X. (2019) ‘Pair-bonding influences affective state in a monogamous fish species’, Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 286, 20190760.

Magee, B. y Elwood, R. W. (2016) ‘Trade-offs between predator avoidance and electric shock avoidance in hermit crabs demonstrate a non-reflexive response to noxious stimuli consistent with prediction of pain’, Behavioural Processes, 130, pp. 31–35.

Millsopp, S. y Laming, P. (2008) ‘Trade-offs between feeding and shock avoidance in goldfish (Carassius auratus)’, Applied Animal Behaviour Science. 113(1–3), 247–254.

Sneddon, L. U. (2003) ‘The evidence for pain in fish: the use of morphine as an analgesic’, Applied Animal Behaviour Science, 83(2), 153–162.

Sneddon, L. U., Braithwaite, V. A. y Gentle, M. J. (2003) ‘Novel object test: examining nociception and fear in the rainbow trout’, The Journal of Pain, 4(8), 431–440.

Sneddon, L. U. et al. (2018) ‘Fish sentience denial: Muddying the waters’, Animal Sentience, 21(1).

Sneddon, L. U. (2019) ‘Evolution of nociception and pain: evidence from fish models’, Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 374.

Tye, M. (2017) Tense Bees and Shell-Shocked Crabs: Are Animals Conscious?, New York: Oxford University Press.

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