El objetivo principal de este artículo es resumir las reflexiones reflejadas en un estudio publicado el pasado enero de 2022 sobre el uso en la comunidad científica de terminología asociada a la posibilidad de sintiencia en anfibios y sobre los focos de malestar identificados para estos individuos en la industria mascotista. Bajo el título Frog in the well: A review of the scientific literature for evidence of amphibian sentience, las investigadoras Helen Lambert, Angie Ewin y Neil D’Cruze han explorado la literatura científica a lo largo de 31 años (1990-2020), para establecer qué aspectos de la sintiencia en anfibios son aceptados por la comunidad científica y qué otros aún siguen siendo o deben ser más explorados. Los objetivos de su revisión bibliográfica son: 1) evaluar la medida en que la sintiencia de los anfibios aparece en la literatura científica, 2) determinar qué aspectos de la sintiencia han sido estudiados en anfibios y en qué especies y 3) evaluar lo que esto significa en términos del comercio mundial de anfibios como “mascotas exóticas”. Para acabar, relacionamos estos datos con la situación de los anfibios en los zoológicos al hilo de una investigación realizada en el contexto del cierre de estas instituciones por la pandemia de COVID-19.
INTRODUCCIÓN
Hemos hablado en varias ocasiones sobre la sintiencia animal en este blog (ver por ejemplo este o este articulo). La sintiencia es la capacidad de experimentar estados subjetivos positivos y negativos. En términos generales, se suele asumir que todos los animales vertebrados y algunos grupos de invertebrados somos sintientes. De ello se deriva que la comercialización de animales no humanos puede ir asociada a focos de sufrimiento que emergen no solamente del proceso comercial sino también de las restricciones que puede imponer la cautividad. Los anfibios se han convertido en una “mascota exótica” [1] popular alrededor del mundo (Altherr y Lamete, 2020; Burghardt, 2017; Measey et al., 2019). De hecho, el comercio internacional de “mascotas exóticas” es responsable de la compraventa de millones de anfibios cada año (Harrington et al., 2021). Estimaciones recientes sugieren que alrededor de 1200 especies de anfibios forman parte del comercio internacional, lo que representa el 17% de todas las especies conocidas de anfibios del planeta (Hughes et al., 2021). Además, los anfibios también son explotados para investigación biomédica, medicina tradicional y consumo (Gerson, 2021; Hughes et al., 2021; Little et al., 2021). El comercio de anfibios se encuentra sujeto a mercados legales e ilegales y está asociados a potenciales problemas como la presión sobre poblaciones que viven en la naturaleza (Harrington et al., 2021; Hughes et al., 2021) o a la difusión de especies alóctonas y de enfermedades infecciosas (Can et al., 2019; O’Hanlon et al., 2018).
Más allá de las consecuencias para las especies y los ecosistemas, debemos considerar los impactos para los individuos explotados, pues esta actividad comercial conlleva prácticas como la captura, la retención, la cría en cautividad o el transporte, así como una vida en cautividad, todas ellas experiencias asociados a potenciales focos de sufrimiento (Baker et al., 2013). Además, una falta de consideración hacia las complejidades de los anfibios y hacia sus capacidades afectivas agudiza las implicaciones de su explotación (Brughardt, 2013).
LA CONSIDERACIÓN DE LA SINTIENCIA EN ANFIBIOS EN LA COMUNIDAD CIENTÍFICA
Como en el resto de los vertebrados, a nivel científico se considera que los anfibios son seres sintientes. Los resultados de Lambert, Ewin y D’Cruze muestran que en la literatura científica se asume que los anfibios son capaces de experimentar estados afectivos como el dolor o el miedo. Sin embargo, queda mucho por aprender acerca de la sintiencia anfibia, particularmente en lo relativo a sus estados afectivos positivos. Las autoras han identificado en la literatura científica palabras clave asociadas a los anfibios como ansiedad, distrés, excitación, miedo, dolor, estrés y sufrimiento. Haciendo referencia en concreto a las ranas, afirman que: “Estas experiencias y emociones son, por tanto, ampliamente aceptadas”. Sin embargo, manifiestan que medir las emociones en anfibios es todo un reto, entre otros motivos, porque no presentan expresiones faciales como los mamíferos y en general no sabemos interpretar con precisión sus vocalizaciones y posturas corporales (Burghardt, 2013). A pesar de este desconocimiento, las autoras identifican, en las últimas tres décadas, una tendencia al alza en el número de publicaciones científicas que asumen y exploran la sintiencia en anfibios.
ANFIBIOS, MASCOTISMO Y FOCOS DE SUFRIMIENTO
Como reflejan Lambert, Ewin y D’Cruze en su revisión bibliográfica, el comercio de anfibios puede iniciarse con capturas en la naturaleza. Las ranas pueden ser capturadas a mano por la noche, localizadas mediante sus cantos y a menudo introducidas en sacos o bolsas con otros individuos de diversas especies. A continuación, estos individuos pueden ser dejados en cubos durante largos periodos de tiempo en cantidades que pueden alcanzar el centenar de anfibios. Estas prácticas no solamente son una fuente de sufrimiento directo, también pueden ser el origen de la transmisión de enfermedades entre los distintos individuos. Durante el transporte, grandes cantidades de individuos son hacinados en pequeños contenedores durante largos viajes, lo que puede ir asociado a aplastamientos, lesiones y sufrimiento prolongado hasta la muerte (las autoras citan, a modo de ejemplo, a Ashley et al., 2014 y a Harrington et al., 2021). Una investigación de un mayorista de animales “exóticos” descubrió que alrededor del 44,5% de los más de 26,400 anfibios confiscados fueron identificados como muertos, heridos o gravemente enfermos (Ashley et al., 2014). Una vez en los mercados, estos animales pueden ser sometidos a mucho manejo, condiciones térmicas inapropiadas y entornos inadecuados (Arena et al., 2012).
Las personas que participan de la compraventa de estos individuos pueden asumir que proceden de la cría en cautividad y que se encuentran adaptados a esa vida. Sin embargo, 1) no acostumbran a haber requisitos legales que obliguen a indicar el origen del individuo (Hughes, 2021) y 2) los anfibios criados en cautividad no se encuentran mejor adaptados a ese medio que los que son capturados en el hábitat, pues mantienen sus necesidades y comportamientos, por lo que las prácticas y condiciones asociadas a la cautividad no van a satisfacer sus necesidades necesariamente (Grant et al., 2017; Warwick et al., 2017; Can et al., 2019).
Por otro lado, identificar signos comportamentales de estrés en anfibios no es tarea fácil para la persona observadora poco informada, por lo que muchas de las personas “propietarias” pueden estar causando estrés a los anfibios sin siquiera saberlo, así como permitir que los periodos de estrés se prolonguen (Jacobson et al., 2021). Por tanto, a los focos de sufrimiento conocidos debemos añadirles todos nuestros vacíos de conocimiento, todo lo que hoy no sabemos sobre las necesidades de los anfibios y de lo que una buena vida podría significar para estos individuos (Brod et al., 2019; Ferrell, 2021). Los datos indican que muchas personas que en sus casas mantienen anfibios en cautividad lo hacen en instalaciones demasiado pequeñas, bajo temperaturas y niveles de humedad incorrectos, en condiciones poco estimulantes para individuos con la capacidad de experimentar estados subjetivos y que, además, pueden recibir dietas inadecuadas que pueden derivar en problemas de salud (Burghardt, 2013; Grant et al., 2017; Warwick et al., 2018).
ANFIBIOS EN LOS ZOOLÓGICOS
Cuando hablamos de las prácticas y los vacíos de conocimiento en el contexto de la explotación por parte de personas aficionadas, podemos caer en el error de considerar que quizá sectores especializados como las instituciones zoológicas tengan la capacidad y los conocimientos para cubrir las necesidades de estos animales.
En julio de 2021 se publicó un estudio con el título Bold frogs or shy toads? How did the covid-19 closure of zoological organisations affect amphibian activity? Su objetivo era analizar cómo el cierre de los zoológicos durante el confinamiento por COVID-19 afectó la actividad de los anfibios en cautividad. Concretamente, en el estudio se evaluó la visibilidad en las instalaciones de individuos de seis especies distintas de anfibios: sapo común (Bufo bufo), rana común (Rana temporaria), tritón liso (Lissotriton vulgaris), rana verde centroeuropea (Pelophylax lessonae), mantella dorada (Mantella aurantiaca) y rana venenosa dorada (Phyllobates terribilis). Los resultados indicaron que los individuos de algunas de las especies tendían a ser más visibles cuando era menos probable que hubiese presencia humana o cuando ésta era menos cuantiosa. Si bien este estudio aporta cierta información sobre el efecto que la exposición forzada puede tener sobre estos individuos, quizá sea todavía más interesante el contexto en lo relativo a prácticas de bienestar animal en el que se enmarca este estudio.
El texto permite hacernos una idea del valor que se atribuye desde el conservacionismo tradicional en general y desde los zoológicos en particular a los otros animales en tanto que individuos con intereses. Es significativa una de las primeras frases que encontramos en el resumen del propio artículo: “el bienestar de los anfibios no suele investigarse empíricamente en los zoológicos”. Además, probablemente desde el interés en exprimir el rendimiento del carisma de los mamíferos, las instituciones zoológicas tienden a presentar un sesgo por el que no se evalúan “con tanta frecuencia (o en absoluto)” las necesidades de muchas especies de aves, reptiles, anfibios e invertebrados. Asimismo, como destacábamos en el apartado anterior, a la desatención se le suma el desconocimiento: “El desconocimiento de los comportamientos, las interacciones con el entorno y el uso de los recintos de los anfibios, en comparación con los mamíferos, puede contribuir a la baja tasa de estudio de las evaluaciones de bienestar relacionadas con estas especies”. Por último, hay que destacar otra afirmación que amplía las implicaciones de la cautividad más allá de los perjuicios detectables: “La escasa disponibilidad de métodos de evaluación del bienestar (y de sus resultados) para los anfibios hace que el bienestar positivo esté inexplorado, que no se corrijan las situaciones de menor bienestar y que los avances zootécnicos queden potencialmente ocultos”.
Estas afirmaciones evidencian que las proclamas sobre la priorización del bienestar animal en los zoológicos no se basan necesariamente en conocimientos y/o evaluaciones científicas. Además, dejando de lado por un momento el enfoque sensocéntrico, ni siquiera desde las tesis conservacionistas se puede defender la cautividad de muchos de los animales encerrados en zoológicos: cuatro de las seis especies de anfibios en cautividad analizadas en este estudio ni siquiera se encuentran en peligro de extinción según la International Union for Conservation of Nature (IUCN).
CONCLUSIONES
Acabaremos este artículo recuperando dos comentarios finales de los dos principales estudios que hemos recogido aquí. Por un lado, en Frog in the well: A review of the scientific literature for evidence of amphibian sentience, concluyen que: “La disciplina de la sintiencia animal está aún en sus inicios, y a medida que la ciencia y la tecnología avancen, aprenderemos nuevas formas de entender a los anfibios. Estos descubrimientos podrán utilizarse para salvaguardar el bienestar de los millones de anfibios con los que se comercia cada año”. Por otro lado, en el artículo Bold frogs or shy toads? How did the covid-19 closure of zoological organisations affect amphibian activity?, concluyen que “Conocer mejor las respuestas específicas de las especies a las influencias de la cautividad proporcionará más datos sobre cómo proporcionar las mejores prácticas de cuidado para estas especies de anfibios en el futuro”.
En primer lugar, ambos casos ponen de manifiesto nuestros conocimientos parciales acerca de las vidas emocionales y, por tanto, de las necesidades de estos individuos. De ello, y a pesar de las grandes proclamas del “bienestar es lo primero” que se pueden escuchar frecuentemente por parte de las instituciones zoológicas y la industria mascotista, emerge un reconocimiento probablemente no intencionado acerca de la imposibilidad de evaluar el estado de bienestar de estos individuos. En segundo lugar, si bien los objetivos que quedan reflejados en estas citas pueden ser deseables en el corto plazo, aspirar a reducir al máximo posible el impacto de nuestras acciones sobre los otros animales debe incluir también el cuestionamiento de su comercialización y estatus de propiedad.
En este sentido, hay que destacar el papel que puede jugar el proyecto de ley de protección de derechos y bienestar animal. El pasado lunes 1 de agosto, el anteproyecto de ley volvió al Consejo de Ministros, donde recibió el visto bueno del Ejecutivo. Con respecto al tema que nos ocupa, uno de los puntos más significativos del proyecto es el establecimiento de un listado positivo de animales “de compañía”, que regulará qué animales pueden ser objeto de esta definición y, por tanto, de la convivencia en los hogares.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Altherr, S., Goyenechea, A. and Schubert, D. (2011): Canapés to extinction— the international trade in frogs’ legs and its ecological impact. A report by Pro Wildlife, Defenders of Wildlife and Animal Welfare Institute (eds.), Munich ( Germany), Washington, D.C. (USA).
Arena, P. C., Steedman, C., & Warwick, C. (2012). Amphibian and reptile pet markets in the EU: An investigation and assessment. Animal Protection Agency.
Ashley, S., Brown, S., Ledford, J., Martin, J., Nash, A. E., Terry, A., … & Warwick, C. (2014). Morbidity and mortality of invertebrates, amphibians, reptiles, and mammals at a major exotic companion animal wholesaler. Journal of Applied Animal Welfare Science, 17(4), 308-321.
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Burghardt, G. M. (2013). Environmental enrichment and cognitive complexity in reptiles and amphibians: Concepts, review, and implications for captive populations. Applied Animal Behaviour Science, 147(3-4), 286-298.
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[1] La palabra “mascota” aparece entrecomillada en tanto que término socialmente generado en reflejo de discursos y prácticas antropocéntricas.