El pasado jueves 25 de octubre 2018, Mara Martínez Morant y Adrià Voltes Cobo, integrantes de Antropología de la Vida Animal. Grupo de estudios de etnozoología (ICA) presentaron y condujeron un workshop en el Congreso Internacional Humanidades en Transición. El taller titulado Nuevos paradigmas relacionales del reto postantropocéntrico se centró en: La relación y consideración por parte de la comunidad científica para con los otros animales descansa sobre el sustento de la herencia mecanicista, pues estos han sido descritos como engranajes desprovistos de psique, máquinas genéticas o dispositivos de estímulo-respuesta.

Sin embargo, las mismas biociencias arquitectas de la frontera discursiva entre la especie humana y las otras especies, acumulan hoy un cuerpo de datos procedentes de disciplinas como la etología, las neurociencias y la biología evolutiva que agrietan el paradigma de la dualidad humanidad-animalidad. Esta grieta nos interrelaciona a esos cuerpos otros en tanto que seres sintientes, desplazando la mirada más allá del horizonte mecanicista y presentando a los otros animales como individuos con la capacidad de tener experiencias mentales positivas y negativas.

Un concepto que concierne a esa interrelación entre animales humanos y no-humanos que suscita relaciones somáticas es el parentesco, un hacer-con-convertirnos-en, donde pariente significa algo más, algo diferente a entidades conectadas por genealogía o ancestros. Es un parentesco de afinidad que establece un ensamblaje, una nueva praxis relacional interespecie, que se traslada a los otros animales convirtiéndoles en parientes, provocando la aparición de terminología que nombra al otro animal como refugiado, animal conviviente o animal de familia, generadoras de expresión somática porque ordenan comportamientos a través de relaciones perceptibles entre unos y otros animales.

La calidad de seres sintientes, la sintiencia, propia de todos los animales sean humanos o no, pone en cuestión la estabilidad del puente entre ciencia, ética y antropología, postulándose como criterio determinante en el debate postantropocentrista sobre la reconsideración de la relación que establecemos entre y para con seres sintientes.

La sintiencia, pues, nos invita a una nueva práctica de correspondencia entre especies, la cual también requerirá la gestión de los retos lingüísticos asociados a la antroponegación y al antropomorfismo, los cuales tienden a servir de anclaje a la reafirmación de la primacía de la especie humana.

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