Foto: Laura Luengo (Santuario Vegan) – Rita y Moni

El dolor por la pérdida de un ser querido presenta a un animal afectado físicamente por la muerte de un compañero, tan emocionalmente afectado que rechaza comer, que cambia radicalmente sus rutinas cotidianas, que muestra algún tipo de lenguaje corporal y de expresión facial que denota estar afectado por la pena o la tristeza, por ejemplo, cuando vemos a una madre delfín que lleva durante días a su bebé muerto colocado en su espalda o cuando lo empuja en el agua hacia delante durante horas, incluso días, sin parar para comer o comiendo lo mínimo, porque lo que desea es que su bebé responda. Todo ello indica un grado de estrés que podemos llamar dolor. El grado y la profundidad de la aflicción pueden, de hecho, estar relacionados con la inteligencia, pero su existencia tal vez no tanto.

Un caso paradigmático es el de Harper y Cole, dos patos rescatados de una fábrica explotadora de foie-gras donde eran alimentados forzadamente para disponer después del producto de sus cuerpos. Estaban diezmados tanto física como emocionalmente cuando fueron liberados y conducidos a un santuario y allí tuvieron diferentes problemas vinculados con el tremendo miedo que demostraban hacia les persones que les cuidaban, muy comprensible debido al trato antes padecido. Los dos patos crearon unos vínculos recíprocos de compañía y vida en común y habitaron en el santuario durante años, manteniendo una vida que compensó, al menos parcialmente, todo el sufrimiento soportado previamente. Desafortunadamente Cole se enfermó gravemente y tuvieron que practicarle la eutanasia pero permitieron que Harper asistiera al desarrollo de ayudar a morir a Cole y, cuando este yacía muerto en el suelo, Harper se le acercó, puso su cuello por encima del de su compañero y se quedó tumbado en esa posición durante un tiempo. A lo largo de varias semanas Harper mostró un comportamiento triste, no se relacionó con otros patos ni con otros animales, volvió a sentir pánico ante el contacto con humanes y se paseó por los lugares que compartió con su compañero Cole, por ejemplo, un puente en el que ambos pasaron mucho tiempo juntos. Todas las emociones eran muy evidentes porque sentir pena no es estar estresada ni tampoco es un cambio emocional en sentido genérico, lo que Harper mostraba era emoción por la pérdida de su amigo y eso es lo que podemos llamar dolor.

¿Puede ser antropomorfismo?

Siempre existe la preocupación por el antropomorfismo, bajo la idea de que tenemos un corazón blando, de que proyectamos nuestros propios sentimientos en otros animales y de que queremos ver a nuestros animales de familia, y en general a todes, como seres muy inteligentes y sensibles pero en la realidad compartida eso no sucede así. No se trata de pensar que no es una proyección antropomórfica sino de abrir nuestros ojos a la profundidad del pensamiento de los otros animales y darnos cuenta de que lo que percibimos en ellos es real, aunque no significa que cada vez que un animal se acerca al cuerpo de otro debemos interpretar sus respuestas como expresión de pena. El sentimiento de dolor de los otros animales nos afecta profundamente porque sabemos lo que es y su dureza, y nos conduce a pensar en el insoportable dolor de los chimpancés como sujetos de la investigación biomédica, en aquellos otros animales explotados en la industria del entretenimiento, en los zoos, los usados en las películas, los fabricados para el consumo humano o aquellos que son arrancados de sus madres o de sus familias sin siquiera pensar en cuán grande es el sufrimiento que se les inflige. Deberíamos de pensar profundamente que los otros animales no son solo seres sintientes sino que sienten que sus vidas les son muy importantes, esto debe de ser un aspecto fundamental en nuestra manera de entenderles. Sienten amor y pérdida como nosotres.

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Foto: Easy Horse Care Rescue Centre – Little Lady y Della

Darwin creía que proyectábamos nuestros sentimientos sobre los otros animales y, en el siglo XX, se creía que asimilar emociones y sentimientos entre animales humanos y no-humanos era antropomórfico y subjetivo. Lentamente esta creencia se ha ido transformando a medida que la comunidad científica ha podido facilitar datos acerca del comportamiento de los otros animales enfrentándose a la afirmación de que a los no-humanos les falta capacidad para desarrollar emociones complejas. El proceso se inició con dos mamíferos: chimpancés y elefantes. Jane Goodall observó y documentó el declinar y muerte de pena del chimpancé Flint, varias semanas después de la muerte de su madre. Flint se quedó como ausente, rechazó la comida y por ello se debilitó su sistema inmunológico y enfermó. Se le veía ojeroso, deprimido, deambulando por entre la vegetación cerca de donde Flo, su madre, murió.

Douglas Hamilton se refiere a Eleanor, moribunda matriarca de una familia de elefantes que, cuando cayó al suelo por estar tan enferma que ya no se sostenía, otra elefanta del grupo, Grace, acudió a socorrerla usando su trompa para apoyarla contra la espalda de Eleanor de manera que esta se sostuviera medio incorporada. Grace siguió asistiendo a la moribunda durante al menos una hora e incluso cuando su familia se marchaba. Eleanor murió. En las semanas siguientes, hembras de cinco familias diferentes de elefantes mostraron interés por estar al lado del cuerpo de Eleanor, algunas aparecían tristes y usaban sus trompas para tocar, mover u olisquear suavemente a Eleanor. No es difícil reconocer emociones en mamíferos como chimpancés, delfines o elefantes porque presentan rasgos similares a los que desarrollan los animales humanos.

Fabian Ritter ha filmado diferentes situaciones, por ejemplo con Gana, la gorila cautiva que llevaba el cuerpo de su bebé muerto en brazos, se podía percibir una profunda pérdida incluso duelo en el comportamiento de la gorila. O perros que realizan vigilias sobre las tumbas de sus responsables y que mueren poco tiempo después y no nos preguntamos si esos otros animales estaban pasando por un trance de dolor y de luto. Otras imágenes absolutamente impactantes son las de una vaca que, rondando por un mercado, se encuentra con el cuerpo troceado de su compañera, es terrible el llanto y los mugidos que emite al reconocerla. O los mugidos de la ternera separada de su madre, el lamento que se inicia entre ambas es de una magnitud sobrecogedora. Y qué decir sobre especies que parecen no estar tan próximas a les humanes como las aves, los peces y aquelles que fabrican en granjas para consumo humano. Teresa Iglesias, de la Universidad de California, señala que los western scrub jays desarrollan funerales cuando encuentran muerto a un miembro de su especie, al ver el cuerpo los jays se reúnen alrededor de este y gritan. Parece que es una táctica para avisar a otros de un peligro. En todos estos animales el nivel de estrés es enorme, absoluto, un dolor tremendo ¿cómo negarlo?

King afirma que el amor en el mundo animal a menudo se entrelaza con el dolor en una acentuada solidaridad y mutualidad. Quizás, incluso más que el grado de cohesión social dentro de una especie, es el amor entre individuos lo que predice cuándo se expresará el dolor. Lo cual señala que si hay dolor, hubo amor. Cada vez con mayor frecuencia aparecen artículos que versan sobre las sorprendentes capacidades que los otros animales sienten mostrándonos que son más inteligentes de lo que pensábamos. Algo que hoy es obvio es que los otros animales poseen vidas interiores complejas que no son completamente conocidas y no es ético tratarles como criaturas inferiores, impasibles o poco inteligentes, en la espera de conocerles en profundidad. En tanto las emociones animales no sean más estudiadas, sondear las profundidades del pensamiento y sentimiento animal significa reevaluar cómo nosotres, colectivamente como sociedad e individualmente como personas, tratamos a otros animales.

Confrontar la capacidad emocional de los otros animales significa confrontar nuestro comportamiento y trato hacia elles. Si es la historia de un grupo de caballos en vigilia por su amigo muerto, o una elefanta doliente por su amiga muerta, o los angustiados gritos de los leones marinos cuando sus bebés son atacados por depredadores, o el dolor expresado por una madre explotada en la terrible industria láctea cuyo bebé le es arrancado, es innegable que los animales no-humanos son seres emocionales. Desarrollan duelos diferentes a los nuestros y también diferentes entre elles pero sus pérdidas no son menos profundas y su inmenso dolor no es menos trágico que el de los animales humanos. Se merecen nuestro respeto, justicia y compasión.

Este artículo es un homenaje a todos los animales que sufren pérdidas como las burritas Rita y Moni (Santuario Vegan) y Della y Little Lady (Easy Horse CareRescue Centre).

Referencias:
La historia de Rita y Moni que muestra que los animales tienen sentimientos                Della y Little Lady: la demostración de que los animales pueden morir de pena     Barbara J. King, How Animals Grief
Douglas Hamilton, Save the Elephants
Jane Goodall, Through A Window
The parental milieu: Biosocial connections with nonhuman animals, technologies, and the earth

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