La actualidad de estas últimas semanas ha vuelto a poner el foco de atención en la experimentación animal, después de la filtración de las escandalosas imágenes de trabajadores de la empresa Vivotecnia, en Madrid, abusando y vejando animales de diferentes especies que se utilizan en sus laboratorios. Activistas, organizaciones y partidos políticos han emprendido diversas acciones de presión y demandas legales en protesta por los hechos.

Las filtraciones revelan prácticas que quedan fuera de las normativas vigentes de experimentación animal. No solo puede ser incorrecta, desde el punto de vista legal, la acción violenta sobre los cuerpos de los individuos: también las instalaciones tienen que cumplir ciertas condiciones teniendo en cuenta las necesidades de cada especie en lo referente a alimentación, enriquecimiento ambiental (equipamiento para evitar el estrés causado por la falta de actividad) e interacción social con otros miembros. Una buena práctica, según la normativa, es aquella que cumple las condiciones de bienestar animal, es decir, que tiene por objetivo evitar dolor o estrés innecesario. Los documentos gráficos en Vivotecnia revelan que ninguna de estas condiciones se estaba cumpliendo.

Poco después de estos hechos, se ha viralizado el vídeo de Ralph, una campaña de Humane Society International protagonizada por un conejo (humanizado a todos los niveles) donde se pone de manifiesto la banalidad y crueldad del uso de otros animales por parte de la industria cosmética. Desde las redes, muchas consumidoras han compartido el vídeo y han puesto en cuestión la necesidad de estas prácticas. Esta respuesta refleja que de manera intuitiva asumimos que hay algo incorrecto en el uso de otros animales en cosmética. En este sentido, encuestas de la Unión Europea reportan que tres de cada cuatro personas están en contra de la experimentación animal para productos de cosmética y limpieza.

Es central analizar porqué hay una tendencia creciente a condenar la experimentación animal en este ámbito, pero no en investigación biomédica (aquella que utiliza los otros animales para entender enfermedades humanas, desarrollar fármacos, probar la toxicidad de sustancias…). En los platos de nuestra balanza moral ponemos los costes y beneficios que nos reporta. Si el balance es positivo, la práctica queda justificada y aunque nos pueda remover la conciencia en un primer momento, la invisibilidad de esta realidad y el gran beneficio que puede aportar nos permite olvidar rápidamente. En el caso de la investigación biomédica, el beneficio se considera tan grande que sobrepasa la mayoría de costes que podemos contemplar.

Desde el activismo animalista hay una proclama muy clara: no se está haciendo una consideración justa de los costes. Un número creciente de estudios demuestran que muchos animales no humanos, incluyendo todos los mamíferos, tienen la capacidad de vivir y sentir sensaciones (dolor, placer…), emociones (alegría, miedo, aburrimiento…) que los llevan a tener intereses propios (evitar sufrimiento, seguir viviendo…). Esta capacidad se denomina sintiencia y se propone como la condición por la cual las humanas deberíamos tener consideración moral de los individuos, deberíamos ver sus vidas intrínsecamente válidas y hacer lo posible para evitar que sean miserables. El peso de los elementos que ponemos en la balanza está irremediablemente condicionado por nuestra experiencia y trayectoria, que parte de una estructura social especista. Nuestra visión especista determina que el dolor de individuos no humanos sea considerado un dolor de segunda, menos importante que el de nuestra especie, y en consecuencia es legítimo causarlo para mejorar la calidad de vida humana.

De esta forma, experimentar con humanas genera un rechazo universal que no encontramos con las otras especies. Un nuevo marco de pensamiento no antropocentrista podría considerar que el sacrificio de una única vida sintiente (humana o no humana) no sería legítimo para justificar, por ejemplo, la salida de un champú nuevo o las pruebas de toxicidad de un fármaco en fase de pruebas. Se estima, a la baja, que cada año 115 millones de animales no humanos son sometidos a prácticas diversas en laboratorios y posteriormente asesinados (técnicamente diríamos “sacrificados” o “descartados”). Muchos de los procedimientos son dolorosos y no cuentan con anestesia. Las condiciones de transporte, manejo y vida de los individuos en los laboratorios no cumplen con las necesidades biológicas y comportan secuelas irreversibles, que en especies más cercanas a la nuestra se han podido diagnosticar como trastornos mentales (Úbeda et al., 2021). En otro orden de prioridades, cabe considerar los costes económicos y de formación de la experimentación animal, además de una cuestionable generación de conocimientos en muchos aspectos, como concluyen múltiples estudios (Linzey and Linzey, 2018).

Esta vez el escándalo ha sido tan grande que ni la prensa generalista ha podido mirar para otro lado. Es la prensa a la que estamos acostumbradas, donde la cobertura en materia de defensa de los derechos animales brilla por su deliberada ausencia. La que dibuja la relación de humanas y no humanas como harmónica, una ilusión que solo se rompe en contadas ocasiones cuando la realidad es demasiado cruda para obviarla, como en el caso del aceite de palma y los orangutanes en Borneo o el toro de la Vega. La prensa, las redes, las ONGs y la política generalista nos ofrecen pequeñas lecciones que podemos aprender rápido y no suponen un replanteamiento moral, una revisión de privilegios ni un cambio de hábitos demasiado molesto para las personas europeas de clase media. La experimentación animal es solo una consecuencia de la violencia estructural hacia todo aquel o aquella que no es de nuestra especie, transversal a nuestras vidas y con una urgente necesidad de crítica y desarrollo de alternativas. Se debe exigir que la comunidad científica, crítica con el mundo pero acrítica consigo misma, asuma que en una tesitura moral de estas dimensiones la neutralidad es la normalización de una opresión.

Bibliografia:

https://www.eldiario.es/caballodenietzsche/cruelty-free-international-experimentacion-animal-crueldad-animal-laboratorio-vivotecnia-madrid_132_7389157.html

https://www.eldiario.es/caballodenietzsche/vivotecnia-hora-justicia_132_7828167.html

Humane Society International: https://www.youtube.com/watch?v=G393z8s8nFY

https://comresglobal.com/polls/cruelty-free-europe-animal-testing-in-the-eu/

Úbdea Y., Fatjó J., Rostán C., Crailsheim D., Gomara A., Almunia J., Llorente M.; A preliminary investigation on the evaluation of psychopathologies in a group of ex-pet and ex-performer chimpanzees (Pan troglodytes): A rating approach based on the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM); Journal of Veterinary Behavior, Volume 41, 2021, 52-64, https://doi.org/10.1016/j.jveb.2020.08.006.

Linzey A., Linzey C.; The Ethical Case against Animal Experiments; University of Illinois Press (2018); https://doi.org/10.5406/j.ctt2050vt5

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