Cita del título Extraído del libro El forastero misterioso de Twain, M. 2010. Madrid: Anaya. (Esta frase aparece también en Thompson, 2016:76)

Foto: Mara Martínez Morant

En este artículo cuestionamos algunas de las tensiones problemáticas derivadas de la clasificación como especies “exóticas[1] e invasoras[2]” de las cotorras argentinas y de las cotorras de Kramer presentes en España. Desde diferentes organismos españoles y europeos, porque las cotorras se encuentran presentes en otros países de Europa, se está preparando el control biopolítico (Foucault, 2007)[3] de la población de estas aves a través de lo que denominan “gestión” que no es otra cosa que el exterminio y, en el mejor de los casos, sería la esterilización de las cotorras a través de suministrarles algún tipo de alimento conteniendo químicos que reduzcan o anulen sus posibilidades reproductivas. Estas aves exóticas que con sus voces agudas nos alegran la vida en las ciudades, a la vez nos alertan sobre la mutabilidad de nuestros entornos urbanos que se expanden incesantemente por el territorio, creando una compleja y amplia red de problemas no solo contra ellas sino contra todos los animales que históricamente conviven con los animales humanos. Sean autóctonas o alóctonas[4], en un momento u otro cualquier especie animal, en el contexto urbano o rural, puede devenir indeseable para una parte de la sociedad y convertirse en “plaga[5]” que será perseguida y se la intentará exterminar del modo más cruel posible sin considerar métodos de contención de la reproducción del animal del que se trate, que sería lo deseable frente a la “gestión” que significa aniquilación. En vista de los hechos, la consigna acostumbra a ser “matar” bajo el eufemismo de “sacrificar” y, aparentemente, siempre hay más población a favor del exterminio que de considerar un cuidado ético de unos seres sintientes que, por serlo, tienen mucho en común con la población humana.

La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) también llamada​​​ perico monje argentino, perico monje, cotorra monje o cotorrita verdigrís es una especie de la familia Psittacidae. En el plumaje de esta cotorra dominan los tonos verdes, a excepción de las plumas grandes con que terminan las alas que son azuladas y la frente, garganta y pecho que son grisáceas en las aves adultas. La cola es larga y el pico es fuerte, corto y ganchudo de color ocre claro. La cotorra es originaria de Sudamérica (desde Bolivia a la Patagonia) donde es una especie común y abundante considerada “ave de jaula”, hecho que ha propiciado su expansión como ave exótica “doméstica” (que se cría en compañía del ser humano, a diferencia de la que se cría salvaje) y ha ocasionado que se escape en diferentes territorios donde ha sido “importada” o, directamente, a sueltas deliberadas por abandono u otros motivos que han fomentado que la cotorra colonice diferentes lugares, incluso muy alejados de su área de cría habitual, como es el caso de España y de otros países europeos. Situación que ha provocado que se la denomine “invasora”, etiqueta que implica aversión hacia esa ave y, como ocurre actualmente, que deseen acabar con esa especie que “molesta” con sus voces (curiosamente más que el ensordecedor tráfico rodado de las calles de las ciudades); que molesta con sus grandes y colectivos nidos que crea en las copas de los árboles altos o de las palmeras; que se mezcla de forma amigable (adjetivo derivado de la observación en trabajo de campo, aunque las cotorras no son  ni más ni menos agresivas que otras especies que comparten y compiten en el territorio) con otras aves urbanas como las palomas, los mirlos, las urracas, los gorriones, etc. Las cotorras han pasado de ser exóticas a ser foráneas, o lo que es equivalente en este caso, a ser animales alóctonos indeseables.

 

Foto: Mara Martínez Morant

En cuanto a las cotorras de Kramer (Psittacula krameri) de la familia Psittacidae, a pesar de que para quienes quieren exterminarlas todas sean “solo” cotorras equivalentes a “cosas dañinas que se han de eliminar”, señalar que a lo largo de la segunda mitad del siglo XX esas aves exóticas de color verde intenso, han ido colonizando los parques de muchas ciudades europeas. Es una especie originaria de África y Asia que ha sido comercializada como “ave de compañía”. Los ejemplares escapados de la cautividad o los liberados por diferentes motivos se han adaptado perfectamente al nuevo medio y, en la actualidad, se encuentran en clara expansión. Es un ave de tamaño mediano, con un plumaje verde-amarillento y cola muy larga. Su pico es corto y ganchudo, con la mandíbula superior de color rojo intenso y la inferior negra. Los machos adultos presentan un delgado collar rosáceo hacia la nuca y oscuro bajo el pico. Notar que en ambos casos, cotorras argentinas o cotorras de Kramer, son aves “importadas” porque son incapaces de volar distancias tan grandes como las que existen desde sus hábitats originarios hasta España u otros países europeos. Por tanto, durante las últimas cuatro décadas, han sido traídas para ser comercializadas y convertidas en animales domésticos. Las cotorras, junto con otras especies catalogadas como loros y periquitos, se han convertido en una presencia casi omnipresente en todo el sur de Europa, con poblaciones registradas en todo el Mediterráneo[6].

Las comunidades más grandes de cotorras, sobre todo la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), se encuentran en Barcelona y Madrid aunque también habitan en ciudades portuguesas como Oporto y Lisboa. En España, al ser considerada plaga, diferentes administraciones se han propuesto acabar con las cotorras a través de programas de exterminio masivo que, por ejemplo en el caso del Ayuntamiento de Madrid, estaba previsto realizar en octubre de 2020. Pero, debido a una serie de circunstancias como: las medidas de confinamiento y cierre perimetral a causa del Covid-19; los mandatos judiciales sobre los contratos firmados por el referido ayuntamiento o por la tormenta de nieve registrada en enero 2021, se ha ido retrasando la matanza. A pesar de todo ello y contra lo que han expresado repetidamente diferentes colectivos animalistas y de defensa de los derechos de los animales, el Ayuntamiento de Madrid[7] insiste en su plan de matar unas 12000 cotorras con el objetivo, dicen, de controlar la población de esas aves situándola por debajo del umbral considerado disruptivo para el ecosistema local. Desafortunadamente, ya están llevando a cabo su plan de exterminio con, por ejemplo, la destrucción de los nidos (incluyendo huevos, polluelos, etc.) y con el desprecio televisado a través de la cadena autonómica Telemadrid retransmitiendo en directo el trato otorgado a las cotorras cuando las estaban matando, todo ello quedó registrado en un vídeo que se hizo viral hace unas semanas.

La cuestión es que las cotorras no solo son consideradas plaga en Madrid o en otras comunidades sino que desde instituciones europeas se las incluye como “Invasive Alien Species[8] y ello se convierte en “aval” para llevar a cabo cualquier tropelía contra estas aves, sin que desde la Administración se otorgue consideración a las demandas de la población no especista que sí quiere proteger a las cotorras. Veamos en qué términos se expresa la Convención de Naciones Unidas para la Diversidad Biológica con respecto a todos aquellos seres vivos que consideran “invasores”:

Las especies exóticas invasoras son plantas, animales, patógenos y otros organismos que no son nativos de un ecosistema y que pueden causar daños económicos o ambientales o afectar negativamente a la salud humana. En particular, tienen un impacto adverso sobre la biodiversidad, incluida la disminución o eliminación de especies nativas, a través de la competencia, la depredación o la transmisión de patógenos, y la alteración de los ecosistemas locales y las funciones de los ecosistemas.

 Las especies exóticas invasoras, introducidas y / o diseminadas fuera de sus hábitats naturales, han afectado la biodiversidad nativa en casi todos los tipos de ecosistemas de la tierra y son una de las mayores amenazas para la biodiversidad. Desde el siglo XVII, las especies exóticas invasoras han contribuido a casi el 40% de todas las extinciones de animales cuya causa se conoce.

El problema sigue creciendo a un gran costo socioeconómico, sanitario y ecológico en todo el mundo. Las especies exóticas invasoras exacerban la pobreza y amenazan el desarrollo por su impacto en la agricultura, la silvicultura, la pesca y los sistemas naturales, que son una base importante para los medios de vida de las personas en los países en desarrollo. Este daño se ve agravado por el cambio climático, la contaminación, la pérdida de hábitat y la perturbación inducida por el ser humano.[9] (Traducción de las autoras).

En el texto destacamos aspectos que entendemos cruciales para comprender por qué las cotorras son consideradas “invasoras” y por qué se quiere acabar con ellas. Y, al mismo tiempo, equiparamos la consideración dada a las cotorras con el respeto procurado a las personas migrantes y a la historia de las migraciones que acompaña el desarrollo humano y no humano: niegan la importancia de las combinaciones y de la movilidad que de modo natural tienen lugar entre las diferentes poblaciones. Ni que decir tiene con respecto a las humanas y las hibridaciones que se han producido desde un anteayer en Adís Abeba (Etiopía) con la aparición referencial de “Lucy” y su expansión por el planeta, similar a lo que ha acontecido con los otros animales aunque, en muchas ocasiones, el interés humano haya mediado en las transformaciones sufridas por estos animales en cualquiera de los ámbitos que afectan a su vida, experiencia, hábitat y muerte. No es preciso realizar una lectura concienzuda del texto de la Convención de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica para detectar las razones en las que se basan para establecer el concepto de especie invasora: son de carácter económico, forjadas por la mano humana que, a su vez, también genera el desastre medioambiental en el que estamos inmersas. Parapetar el especismo aludiendo a la responsabilidad culpable de otros seres sintientes no humanos es un rasgo constante del antropocentrismo, donde el ser humano era el centro de un mundo que se ha ido desmoronando por la propia actuación devastadora de las humanas.

La aclimatación es también un factor que ha favorecido el crecimiento de la población de cotorras más allá de sus territorios de origen, fenómeno que se produce junto al incremento de las temperaturas alrededor del mundo, gracias al efecto disruptivo de las actividades industriales y extractivas y el consiguiente aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Desde ParrotNet[10] señalan que a medida que el clima de Europa se parezca cada vez más al lugar endémico de estas aves, no se registrará ningún cambio en el modelo de plantación agroeconómica que nos ha conducido a la situación medioambiental actual, lo cual favorecerá el crecimiento de colonias de cotorras y de otras aves cuyos hábitats se asimilen al transformado. La eugenesia biológica y específica (control o matanza de la población a través de la gestión del número de aves) devendrá una medida estrella, difundida y prioritaria, que no abordará la catástrofe ambiental sistémica y sus causas. Incluso cuando ParrotNet reconoce que la erradicación de especies “invasoras” es excesivamente costosa e incluso imposible de llevar a cabo, no propone estrategias alternativas de paliación como parte de su política de recomendaciones. Desconsiderando los efectos disruptivos del cambio climático y sus problemas agroeconómicos inmediatos, ParrotNet muestra una falta de interés por contrarrestar las nociones clásicas de especies “invasoras” frente a especies nativas, como haría una terminología neutral. Por ejemplo, Colautti y MacIsaac[11] expresan:

Muchos términos importantes relevantes para la teoría de la ecología de la invasión, como «invasivo», «maleza» o «transitorio», incluyen cualidades que están abiertas a la interpretación subjetiva. […] Términos como “molestia” pueden tener más que ver con la percepción humana que con cualquier característica ecológica inherente (Colautti y MacIsaac, 2004: 135).[12] (Traducción de las autoras).

El esfuerzo de Colautti y MacIsaac es intentar minimizar los prejuicios y obstáculos comunes que aparecen al realizar estudios sobre redes ecológicas, que hasta ahora han pasado por alto la importancia que el discurso y el lenguaje tienen en la aprehensión y comprensión de los sujetos. La dificultad para articular otros términos con los que describir el crecimiento poblacional de las cotorras en los entornos es clara, no solo en las recomendaciones de políticas a seguir de ParrotNet, sino también en la forma en que reflejan la retórica del Ayuntamiento de Madrid según lo aconsejado por SEO Birdlife (Sociedad Española de Ornitología). Esta organización recomienda capturar y aplicar el mejor método de “gestión” de las aves según la ley, trabajo que ya no es posible realizar, dicen, en localidades como Barcelona, Madrid, Málaga y Sevilla, debido a la gran población existente de cotorras. Ello significa que un método como el control reproductivo ya no resultaría eficaz para reducir el número de aves. Hasta la fecha, la única campaña de política pública a favor de las cotorras (exceptuando todas las marchas, manifestaciones, performances, chalkings, acción en redes sociales, recogida de firmas, etc., realizadas por la sociedad civil y organizadas por diferentes asociaciones en defensa de los animales) ha sido el intento de PACMA (Partido Animalista Contra el Maltrato Animal) de defender un programa de «captura y esterilización», que permitiría que las poblaciones disminuyan con el tiempo (Palou, 2020)[13]. Pero los esfuerzos de unas y otras no contienen el deseo de llevar a cabo la matanza de las cotorras en Madrid y en otros municipios donde argumentan situaciones parecidas.

 

Foto: Mara Martínez Morant

Todas las propuestas que se han ido presentando tienen en común la falta de reconocimiento de la intrincada red de relaciones entre la economía global contemporánea y la ecología global, como muestra la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, al promover una noción alternativa de las especies exóticas y distinguirlas de las que son “invasoras” como especie[14]:

En Europa, hay más de 12.000 especies exóticas, el 15% de las cuales son invasoras (EEI)[15]. Las EEI son la tercera amenaza más grave para las especies amenazadas europeas. Según un informe de 2015, 354 especies amenazadas (229 animales, 124 plantas y 1 hongo) están específicamente afectadas por las EEI, que representan el 19% de todas las especies amenazadas en Europa. La Estrategia de Biodiversidad de la UE recientemente adoptada reitera la importancia de abordar esta amenaza proponiendo gestionar las especies exóticas invasoras establecidas y reducir el número de especies de la Lista Roja que amenazan en un 50%» para 2030.”[16] (Traducción de las autoras).

A partir de la reflexión sobre esas propuestas desproporcionadas y absurdas sigue quedando la controvertida cuestión de cuánta acción humana se necesita para que una especie se convierta en exótica o en invasora. Las cotorras argentinas y las cotorras de Kramer desdibujan la distinción entre la introducción natural y la favorecida por el ser humano dado que ambas llegaron a España por influencia humana directa. Por tanto, no pueden catalogarse como “invasoras” pero sí como exóticas. Otro factor que acostumbra a desconsiderarse es el de la transformación generalizada del paisaje por parte de los seres humanos, lo que provoca que un territorio sea mucho menos favorable para unas especies y mucho más favorable para otras. Si unas especies son consideradas nativas y otras exóticas ¿cuánto y cómo repercute la acción humana en la sustitución de unas por otras? Debido a la acción humana, ecosistemas completos se están transformando como respuesta al cambio climático que es, según un amplio consenso científico, de origen antropogénico. De modo que, afirmar en la tercera década del siglo XXI que la contracción, expansión o alteración del área de distribución de una especie es independiente de la acción humana deviene una aseveración que, por definición, rara vez podrá ser exacta.

Es un lugar común aquel que sitúa dentro de la tradición el culpar a las especies exóticas de casi cualquier mal medioambiental, idea que se defendía a mediados del siglo XX. Fue a finales de los años noventa cuando apareció la revista Biological Invasions (Thompson, 2016: 66)[17] y se produjo la emergencia pública, gubernamental y académica que reclamó la creación de entidades oficiales para tratar de forma eficaz a las especies “invasoras”. Actualmente, los diferentes gobiernos consideran seriamente la responsabilidad de defender a la población de las especies “invasoras”, con los métodos de “gestión” que resulten idóneos. Y ello es así porque existe el concepto de “conservación de la naturaleza” pero, si se analiza este, surgen preguntas como ¿qué debería conservarse y por qué? No son preguntas sencillas y, si existen respuestas, quizá sean radicalmente distintas en función de cada contexto aunque, en muchos países, un criterio importante para evaluar la necesidad de conservar un lugar se basa en la presencia de especies nativas y en la ausencia de especies alóctonas, sin tener en cuenta cualquier otra consideración.

Por último, aludir a lo científico para exponer los riesgos que entrañan las “invasiones”, es una argucia muy usual en un determinado tipo de textos donde puede observarse no solo que la exageración al servicio de un mal argumento no tiene límites sino que, además, la exageración acostumbra a ser indicio de un mal argumento. Por ejemplo, en diferentes documentos de asociaciones que supuestamente defienden los derechos de las aves pero, de las autóctonas contra las alóctonas, se hace referencia a: los graves daños causados por las aves “invasoras” ascienden a muchos miles de euros anuales; gastos que corresponden a un X% del conjunto de la economía, casi superando el coste anual de algunos desastres naturales; que las especies “invasoras” son causa importante en la extinción y/o disminución de especies autóctonas; que son muy agresivas contra el resto de especies, humana incluida; que es preciso controlar y gestionar las especies “invasoras” a nivel internacional a través del intercambio de información, formación de personal, estrategias de control y gestión, etc., pero “ninguna de estas afirmaciones encuentra justificación alguna” (Thompson, 2016:75) además, según el autor, erradicar a las especies alóctonas resulta muy problemático porque:

“¿qué implicaciones tendría tomarse en serio esas recomendaciones? Nos enfrentaríamos a un mundo entregado a una batalla perdida de antemano, interminable y ruinosa contra las especies introducidas. La dificultad de garantizar que nunca accedan pasajeros indeseados a aviones y barcos, o a los cargamentos de fruta, grano, plantas o madera, tornaría inmensamente caro y complejo el comercio internacional; de hecho, habría que prohibirlo en su totalidad. Y casi con toda probabilidad habría que endurecer las medidas de seguridad en los aeropuertos para los pasajeros de a pie.” (Thompson, 2016:75-76).

En breve, las especies, sean exóticas, “invasoras”, autóctonas o alóctonas, no tienen ningún valor de conservación salvo cuando el ser humano decide que sí lo tengan. Eso es lo que ocurre con las queridas cotorras. Y ese carácter especista local, europeo e internacional, contrario al respeto por la vida de los seres sintientes, difícilmente lo podremos transformar sin una actuación política colectiva.

[1] Según la primera definición del Diccionario de la Real Academia Española, exótico es: Extranjero o procedente de un país o lugar lejanos y percibidos como muy distintos del propio. Esta definición se ajusta a la realidad del origen de las cotorras. Link: https://dle.rae.es/ex%C3%B3tico [consultado 11.7.21.]

[2] Según el Diccionario de la Real Academia Española, las definiciones de invasora vinculadas con el tema de las cotorras, son: 1. Irrumpir, entrar por la fuerza; 2. Ocupar anormal o irregularmente un lugar. Otras entradas del vocablo no se pueden aplicar a las aves. Y, en las entradas seleccionadas, podemos apreciar que llamar invasoras a las cotorras no se ajusta a la realidad. Link: https://dle.rae.es/invadir [consultado 11.7.21.]

[3] Foucault, M., 2007. Nacimiento de la biopolítica: curso en el Collège de France. 1978-1979. 1ª ed. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

[4] Hasta finales del s. XVIII el término autóctono significaba “salvaje”. La división entre autóctono y alóctono apareció a mediados del s. XIX acuñado por H.C. Watson quien definió autóctono como hoy se significa: especie originaria de un lugar determinado y de la que existen pocas o ninguna razón para creer que ha sido introducida por el ser humano. En esa época las especies alóctonas no eran consideradas inferiores sino menos interesantes. Watson reconoció que no existía una certeza absoluta sobre la condición de autóctona o alóctona de una especie y que algunas de las foráneas que llevan mucho tiempo en un lugar pueden considerarse de hecho originarias. (Thompson, 2016).

[5] Según  el Diccionario de la Real Academia Española, en la primera entrada para definir plaga, dice: Aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causan graves daños a poblaciones animales o vegetales, como, respectivamente, la peste bubónica y la filoxera. El resto de entradas no pueden aplicarse a las aves y, en la entrada seleccionada, resulta obvio que las cotorras no causan daños a terceros de modo que, de nuevo, es un adjetivo que no se corresponde con la realidad de las aves. Link: https://dle.rae.es/plaga?m=form [consultado 11.7.21.]

[6]Para obtener información actualizada sobre poblaciones y avistamientos, consultar: ParrotNet, especies de psitácidas no nativas. Disponible en: https://www.kent.ac.uk/parrotnet/map.html [consultado 27.06.21] y para saber acerca del aviario de Bruselas, ver: The Ornithological Commission of Watermael-Boitsfort:  http://www.cowb.be/wp-content/uploads/2014/05/perruches.pdf

[consultado 27.06.21].

[7]Otros municipios que también llevaron a cabo un plan para aniquilar a las cotorras fueron, por ejemplo,  Málaga y Getafe (este último, palomas y cotorras): https://t.co/qjOir1iH2Z?amp=1 [consultado 11.7.21].

[8]Invasive Alien Species” terminología acordada en la Convención de Naciones Unidas para la Diversidad Biológica. Disponible en: https://www.cbd.int/idb/2009/about/what [consultado 27.06.21].

[9]El texto en inglés: “Invasive alien species are plants, animals, pathogens and other organisms that are non-native to an ecosystem, and which may cause economic or environmental harm or adversely affect human health. In particular, they impact adversely upon biodiversity, including decline or elimination of native species – through competition, predation, or transmission of pathogens – and the disruption of local ecosystems and ecosystem functions.

Invasive alien species, introduced and/or spread outside their natural habitats, have affected native biodiversity in almost every ecosystem type on earth and are one of the greatest threats to biodiversity. Since the 17th century, invasive alien species have contributed to nearly 40% of all animal extinctions for which the cause is known.

The problem continues to grow at great socio-economic, health and ecological cost around the world. Invasive alien species exacerbate poverty and threaten development through their impact on agriculture, forestry, fisheries and natural systems, which are an important basis of peoples’ livelihoods in developing countries. This damage is aggravated by climate change, pollution, habitat loss and human-induced disturbance.” Página web citada: https://www.cbd.int/idb/2009/about/what

[10] Página web citada: https://www.kent.ac.uk/parrotnet/map.html

[11] Colautti, Robert I., Hugh J. MacIsaac. 2004. “A Neutral Terminology to Define ‘Invasive Species’”, Diversity and Distribution, 10 (2): 135-141.

[12] El texto en ingles: “Many important terms relevant to invasion ecology theory, like “invasive”, “weed”, or “transient”, include qualities that are open to subjective interpretation. (…) [T]erms like “nuisance” may have more to do with human perception than with any inherent ecological characteristics”.

[13] Palou, N. 2020. “Las cotorras de Madrid están condenadas a muerte”, La Vanguardia, 13.2.2020. Link: https://www.lavanguardia.com/natural/20200213/473526364236/cotorras-madrid-exterminio-pacma-firmas-maltrato-animal.html [consultado 27.06.21].

[14] IUCN International Union for Conservation of Nature notion of Invasive Alien Species. Disponible en: https://www.iucn.org/regions/europe/our-work/biodiversity-conservation/invasive-alien-species [consultado 27.06.21].

[15] EEI: especie exótica invasora.

[16] El texto en ingles: “In Europe, there are over 12,000 alien species, 15% of which are invasive. IAS are the third most severe threat to European threatened species. According to a report from 2015, 354 threatened species (229 animals, 124 plants and 1 fungus) are specifically affected by IAS, which accounts for 19% of all threatened species in Europe. The newly adopted EU Biodiversity Strategy reiterates the importance of tackling this threat by proposing to ‘manage established invasive alien species and decrease the number of Red List species they threaten by 50%’ by 2030.”

[17] Thompson, K., 2016. ¿De dónde son los camellos? Creencias y verdades sobre las especies invasoras. Madrid: Alianza.

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