Saunas, orgías, satisfacer, pulsión nasal[1] y sororidad en la no relación sexual interespecie.
Si retomamos el aforismo lacaniano de que en la humana “no hay relación sexual” a diferencia de las demás especies que buscan la reproducción como thelos del acto sexual, la profesora del Centre National de la Recherche Scientifique Marta Segarra, cree que es cuestionable hablar de sexos marcados en las mamíferas pero, además, es más cuestionable aún suponer, afirmar y sostener epistémicamente la homogeneidad instintiva en las prácticas sexuales de la otredad animal:
“El dimorfismo sexual (las diferencias anatómicas marcadas entre machos y hembras) es bastante frecuente en las mamíferas, pero mucho menos en otras clases de animales y plantas. En cuanto a la conducta de unas y otras, es todavía más arriesgado establecer hipótesis sobre cómo influye el sexo en ella, ya que depende de una gran cantidad de otros factores, también culturales, inclusive en muchos animales no humanos.” (Segarra: 2022: 194)
Debemos reconocer, si queremos ser rigurosas, que Sigmund Freud ya anticipó la bisexualidad de nacimiento para las animales humanas y no humanas:
“El psicoanálisis se sitúa en terreno común con la biología en la medida en la que adopta como premisa una originaria bisexualidad del individuo humano (así como del animal). […] En el intento de reconducción más avanzada, lo masculino se le volatiza en actividad y lo femenino en pasividad.” (Freud: 1955: 164)
Pero existen muchos más ejemplos. No se trata de saturar a las lectoras con una cascada de datos abrumadores e irrefutables, pero quiero dejar ejemplos que sostengan la rotundidad de mis críticas al discurso analítico:
“La diversidad sexual es algo propio de los Kobidai y no es una excepción en el resto de los peces. Al menos el 2% de los peces tienen sexos fluidos, lo que equivale a quinientas especies conocidas. Algunos peces, junto a ciertas especies de serpientes, de lagartos, tiburones y pavos, son partenogenéticos, lo que significa, que tengan o no pareja, pueden fecundarse a sí mismos y engendrar una progenie saludable. […] Aunque a lo queer se le acusa de ir en contra de la “naturaleza”, aparece constantemente en ella.” (Alaimo citada por Adams, Gruen, Jones, Kirts, 2023:505).
Stacy Alaimo detalla el abanico de emparejamientos, formas familiares, comunidades, formas de placer no reproductivo y cuidado interdependiente que existen entre los seres no humanas, como entre las borregas cimarrones gays (que dentro de su especie son la mayoría), las gaviotas lesbianas, las cerdas intersexuales y hongos y bacterias de miles de sexos diferentes (Adams, Gruen, Jones, Kirts, 2023: 505).
Pero hay que advertir, y así lo hace Marta Segarra, que la acepción de sexo se ha vinculado desde las religiones del libro y toda su prosecución cultural con un enfoque revestido de naturalidad, siempre que va dirigido a la reproducción de la especie. No obstante, las pruebas científicas demuestran, en la sexualidad animal no humana, una heterogeneidad sorprendente para la concepción asumida y establecida en la tradición occidental:
“Si hablamos de sexo, en la naturaleza hay de todo: relaciones “heterosexuales” y “homosexuales”, monogámicas, poligámicas (y dentro de ellas, poliándricas, poligínicas y poligiándricas, es decir, entre una hembra y varios machos, entre varios machos y varias hembras, respectivamente). Por otro lado, un individuo puede ser macho y hembra a la vez, o hermafrodita y fecundarse así mismo”. (Segarra: 2022: 64).
De esta manera, en los pluriversos (apresentes o apercepciones de la(s) animal(s)) de prácticas sexuales encontramos todas las “perversiones” que se dan en la sexualidad humana. Es decir, si entendemos por perversiones todas aquellas prácticas sexuales no enfocadas a la reproducción. Y podemos afirmar que las pulsiones parciales, denominadas así por Freud, con la carga de energía sexual asociada a los agujeros corporales destinados a otras funciones vitales, se presentan también, y si cabe de forma más variada y desmesurada en las otras animales que en la especie humana:
“Todas las “desviaciones” que se solían considerar exclusivamente humanas se encuentran en otras especies, desde el sexo forzado (o violación) que produce daños físicos a la víctima –común en los chimpancés, por ejemplo- hasta todas las formas de sexo no reproductivo como la masturbación (que se da no sólo en los machos y las hembras de los primates, sino también de los leones, los murciélagos, los perros y los gatos o los ciervos entre otros) o el sexo anal, como por cualquier otro conducto distinto del destinado a la fecundación (los delfines macho, por ejemplo, fecundan entre ellos por el orificio de la respiración).” (Segarra: 2022: 65).
Para decirlo lapidariamente, el goce idiota o masturbación no es una práctica de carácter singular de la especie humana, nada más lejos. Patrice Jones así lo muestra también:
“Las páginas del texto enciclopédico de setecientas páginas que escribió Bruce Bagermihl (1999) sobre la homosexualidad en el reino animal están repletas de delfines “que practican sexo oral”, jirafas que “se besuquean”, y mantis que “retozan”, por no mencionar los “frotamientos de pene contra la vagina”, los “preliminares acústicos” y una forma de estimulación sexual conocida como “zumbido genital”. (Adams, Jones: 2023: 180).
Pero nada comparado con las hongos Schizophyllum conmune que arrancarían las lágrimas de cualquier aficionada al noble arte del Kama Sutra que dispone de 8 asanas principales, más 12 variables de cada una, conformando un total de 64 maneras de realizar el acto sexual. Huelga decir que la mayoría de nosotras no somos capaces de llegar a las 8 asanas principales. Pues bien, estas pequeñas hongos cambian genes apareándose mediante 23.000 formas diferentes de llevarlo a cabo. Por si esto fuera poco, algunas plantas y no menos animales se reproducen por medios asexuales como la partenogénesis, entre otras.
A partir de estos descubrimientos y a través de mucha humildad, aplicando el principio de prudencia para evitar la infatuación, proponemos que el discurso analítico contemple la figura del litoral de Lacan, como una sínfisis entre la especie humana y las demás, y suponer o al menos intuir, que las demás especies poseen prácticas sexuales tanto o más complejas que las desarrolladas por la especie humana. Y como consecuencia de esta asunción traumática para nuestro narcisismo de especie, debemos dejar de generar una comparación peyorativa entre diferentes especies renunciando a aplicar marcos humanos a las otras animales. Y reconocer que hay formas de sexualidad en la naturaleza que habitamos, alejadas del constructo humano de “natural” o “instintual”.
Asimismo, maneras inconmensurables de sentir la sexualidad tanto para la limitación de la mente humana como para su lenguaje insuficiente e insatisfactorio para describir la totalidad de la realidad. Aplicar una pulsión nasal al marco de la sexualidad entre las delfines o las perras puede ser un buen comienzo para deconstruir un supremacismo de especie inherente al Otro, en tanto que conjunto de lenguaje estructurado humana.
Queda más que demostrado que las animales no humanas gozan con el sexo en el sentido ambivalente de la palabra en la acepción lacaniana –placer y sufrimiento-. Podríamos decir, y aquí reside mi apuesta epistémica, que al igual que la especie humana tampoco saben qué hacer con el cuerpo de la otra, y por lo tanto, en dichas experiencias sexuales, es identificable la no relación sexual entre otredades animales:
“Tal como explica Jennifer Terry en un trabajo muy documentado y reflexivo sobre la sexualidad sin fines reproductivos en los animales no humanos, todas las investigaciones científicas sobre lo que podríamos llamar el sexo animal tienen relación con las cuestiones que nos plantea la sexualidad humana. […] Resulta difícil decir cuáles son sexuales y cuáles no”. (Segarra: 2022: 65)
Para ejemplificar esa ambigüedad, Segarra recaba un debate que se produjo en la década de los noventa. Se producían ataques muy violentos por parte de elefantas machos jóvenes a rinocerontas. Ante este acontecimiento hubo dos posicionamientos epistémicos antagónicos. Una parte de las investigadoras afirmaba que eran prácticas sexuales y otras investigadoras sostenían que eran ataques territoriales torpes y confusos debido al exterminio de los machos mayores. Las elefantas jóvenes se habían quedado sin referentes para poder aprender qué eran prácticas sexuales y qué eran prácticas territoriales interespecie.
Lo que de alguna forma demuestra que la sexualidad como cualquier otra praxis afectiva –la empatía, por ejemplo- se aprende de generación en generación por imitación. Eso no significa que no se produzcan innovaciones en las prácticas, sino que de una base aprendida mediante la repetición, se puede después desear nuevas formas de placer (ontología fundamental o creación hermenéutica).
Frente a un nombre del padre asentado sobre la castración en las prácticas sexuales, vinculadas a una violencia primigenia en el pacto de la horda, basado en el sacrificio al padre -y posteriormente el cuerpo del animal sacrificial- sobre el que se sostiene el lazo social y la paz de la comunidad, otras especies han encontrado una metáfora paterna diferente –los nombres del padre[1] u operadores lógicos- para resolver cualquier conflicto mediante diversas prácticas sexuales relacionadas a las caricias y a los afectos, rechazando y marginando a la periferia social las sexualidades ligadas a una visión masculina violenta:
“En las sociedades de los bonobos no hay casi infanticidios, y las hembras se alían para sacarse de encima a los machos demasiado vehementes (a veces incluso de forma contundente, pues un grupo que vivía cautivo en un zoo, una pandilla de hembras le cortó el pene de un mordisco a un macho que importunaba a una de ellas). Pero lo que se ha remarcado es que los bonobos utilizan el sexo para resolver cualquier tensión que se presente en el grupo, para propiciar la redistribución de comida, o como signo de hospitalidad hacia las hembras nuevas que se incorporan en la comunidad.” (Segarra: 2022: 69)
Hay rumores de testigos que presenciaron la castración peniana del macho bonobo, de que dicho proceso de castración se produjo al grito de “hermana, aquí está tu manada”. Pero igual son una traslación contingente del relato antropocéntrico feminista actual, provocado por una alucinosis momentánea ante el shock que produjo la escena en las mentes humanas patriarcales presentes ese día en el zoo. ¿Quién sabe? No se ha podido encontrar a nadie que mantenga esta versión. Sólo el manido “una amiga de un amiga lo presenció y dijo…”. Lo que se puede certificar es que es una sociedad que lleva la sororidad a sus últimas y mejores consecuencias para generar un lazo social basado en el deseo de empatía y no en la castración per se.
BIBLIOGRAFÍA:
- Adams, C, Gruen, L, Jones, P, Kirts, L, (2023), Ecofeminismo. Intersecciones feministas con otros animales y con la Tierra, Alterar los límites, Lenta fuego, pág. 505.
- Eisler, R, (2021), El cáliz y la espada, Capitán Swing libros, Madrid.
- Freud, F, (1955), Tres ensayos sobre la sexualidad infantil. Obras completas, Volumen XVIII, Amorrortu.
- Freud, F, (1955), Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. Obras completas, Volumen XVIII, Amorrortu.
- Miller, JA, (2016), Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires.
- Lacan, J, (2004), Seminario X. La angustia, Paidós, Buenos Aires.
- Segarra, M, (2022), Humanimales. Abrir las fronteras de lo humano, Galaxia Gutember S.L., Barcelona.
[1] En Tres ensayos sobre la sexualidad infantil, Sigmund Freud propone tres pulsiones infantiles ligadas a la libido pulsional; la pulsión oral, la pulsión anal y la pulsión genital una vez superado el Edipo. Jaques Lacan, por su parte, aumentó a cinco las pulsiones libidinales en el Seminario X. La angustia. A las propuestas anteriores de Freud se añaden la pulsión escópica y la pulsión del habla. Estas pulsiones se convertirán en objetos parciales y finalmente en el objeto a causa del deseo a lo largo de la enseñanza de Lacan.
[2] La especie humana también ha tenido otros operadores lógicos a lo largo de su historia. El propio Jaques Allan Miller en Un esfuerzo de poesía indica que le entregó el texto de Robert Graves, La diosa blanca a Lacan, y este dijo: “el nombre del padre ha vencido a la diosa blanca”. Para profundizar en un operador lógico distinto al nombre del padre consultar títulos como los ya citados y además: El cáliz y la espada, La edad de la penumbra, Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico o Diosas: Misterio de lo divino femenino.
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