Créditos: Flickr/AJC1CC BY-SA 2.0

El pasado mes de enero la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó una evaluación del gusano de la harina o larva Tenebrio molitor como nuevo alimento (Turck et al., 2021). Este es el primer insecto que la EFSA evalúa de forma completa para consumo humano. ¿Qué concluye esta evaluación? Que a pesar de que “es posible que se produzcan reacciones alérgicas” y, por tanto, se recomienda “que se realicen investigaciones sobre la alergenicidad al gusano de la harina amarillo”, el consumo de este insecto es seguro “bajo los usos y niveles de uso propuestos por el solicitante”. Entre los usos alimentarios propuestos para el gusano de la harina encontramos los snacks, los componentes proteicos para deportistas o las galletas, entre otros. Siete meses después de la publicación de la evaluación de la EFSA sobre el gusano de la harina, la empresa Just Bugs SL anunciaba que iba a empezar a levantar instalaciones para la cría de Tenebrio molitor en la localidad turolense de Cuevas de Almudén.

La entomofagia está recibiendo un creciente interés por los supuestos beneficios que ofrece en términos de sostenibilidad (Oonincx et al. 2010, De Goede, Kapsomenou y Peters, 2013) y valor nutricional (Rumpold y Schluter 2013). Sin embargo, Sebo y Schukraft (2021) afirman que la producción de insectos y las granjas tradicionales son sistemas que se refuerzan mutuamente. Debido a reticencias culturales, la venta de insectos para consumo humano sigue sin ser rentable. Por ello, las granjas de insectos venden sus productos al sector acuícola que añade polvo de insecto molido a la harina de pescado (producto con el que alimentan a peces y crustáceos). Además, desde el pasado mes de setiembre está autorizado el uso de proteína animal procesada procedente de insectos para alimentar a pollos y cerdos. En esta línea, también se está explorando el uso de insectos como “enriquecimiento ambiental” comestible para cerdos (Ipema et al., 2021). Por tanto, “los beneficios ambientales de las granjas de insectos son engañosos” (Sebo y Schukraft, 2021).

El problema que plantea la producción de insectos empieza con el posible impacto que puede tener sobre los propios insectos explotados y, para comprender dicho impacto, debemos recurrir a las evidencias disponibles sobre sus capacidades mentales. La sintiencia es la capacidad de experimentar estados afectivos positivos y negativos, de disfrutar y sufrir. La importancia del cuerpo de datos relativo a la sintiencia en insectos yace en que de él se desprende la preocupación y el cuidado que deberían operar en la relación que establecemos con ellos. Hoy disponemos de pocos estudios acerca de la posibilidad de la sintiencia en insectos (Lambert, Elwin y D’Cruze, 2021). Sin embargo, Sebo y Schukraft (2021) afirman que las evidencias sobre la sintiencia en insectos son más sólidas de lo que cabría esperar, pues a pesar de las enormes diferencias en tamaño, plan corporal e historia evolutiva, los insectos presentan muchas de las características que típicamente consideramos evidencias de la sintiencia en mamíferos. Otro reto que debemos sumar a los pocos datos disponibles es el hecho de que se reconocen más de 1 millón de especies de insectos, entre las cuales existen enormes diferencias en términos fisiológicos y neurológicos.

Conozcamos a continuación algunos de los estudios que arrojan datos sobre la posibilidad de la sintiencia en insectos. Sebo y Schukraft (2021) destacan una investigación en la que observaron que las moscas de la fruta parecen tener la capacidad de la anhedonia, es decir, de perder interés por actividades gratificantes (un síntoma común de la depresión en seres humanos) (Ries et al., 2017). En este estudio, se exponía a las moscas a vibraciones aversivas durante días. Tras esta experiencia, las moscas que habían sido agitadas realizaban con menor frecuencia ciertas acciones, como consumir mucho menos glicerol (una sustancia usada como recompensa en estudios con moscas de la fruta). Sin embargo, cuando se administraba un antidepresivo a un grupo de moscas que habían sido agitadas, el estado de tipo depresivo se veía atenuado y volvían a consumir más glicerol.

Otro ejemplo lo encontramos en un estudio que identificó la posibilidad de que los abejorros comunes (Bombus terrestris) puedan manifestar un estado emocional optimista (Perry et al., 2016). En este estudio, los abejorros aprendían a asociar un estímulo (una flor artificial de color azul) con una recompensa (una solución azucarada). Por otro lado, aprendían a asociar otro estímulo (una flor artificial de color verde) con la ausencia de recompensa. Posteriormente, estos abejorros eran expuestos a un estímulo intermedio, es decir, un color híbrido entre los dos colores anteriores, en este caso, una flor artificial de color turquesa. ¿Cómo reaccionaron los abejorros ante este estímulo ambiguo? Los abejorros se acercaban con mayor rapidez a explorar la flor de color turquesa si antes del experimento se les ofrecía una recompensa por sorpresa (una pequeña gota de solución azucarada). Ante esta observación, los investigadores interpretaron que los abejorros se encontraban en un estado emocional positivo tras la recompensa inesperada y que eso los sesgaba hacia el optimismo. En este blog hemos hablado previamente de este tipo de experimentos de análisis del sesgo cognitivo.

Otras aproximaciones a la posibilidad de la sintiencia en insectos proceden del análisis de sus capacidades cognitivas. Estos estudios, si bien no aspiran a analizar de manera directa la potencial capacidad sintiente, aportan evidencias que ponen en cuestión ciertos prejuicios sobre la supuesta simplicidad de la vida mental de los insectos. En esta línea, Lambert, Elwin y D’Cruze (2021) citan a Cammaerts (2020) como ejemplo de una propuesta que vincula las capacidades cognitivas de las hormigas (como el aprendizaje espacial y las capacidades numéricas, entre otras) con la consideración de la posibilidad de su sintiencia y, por tanto, de su consideración moral.

En esta línea, abejas y abejorros siguen rompiendo prejuicios sobre los insectos y han demostrado presentar comportamientos flexibles y realizar aprendizaje social. Por ejemplo, en un estudio publicado en la revista Science en 2017, se demostró que los abejorros eran capaces de aprender a usar una pelota como dispensador de una recompensa observando a otros abejorros que habían sido entrenados para realizar esa tarea (Loukola et al., 2017).

Lambert, Elwin y D’Cruze (2021) han examinado los estudios sobre sintiencia y cognición en insectos publicados durante un periodo de 31 años (1990 – 2020) y han identificado que en la literatura científica se asume que diferentes grupos taxonómicos de insectos, que incluyen desde moscas hasta grillos y saltamontes, presentan capacidades cognitivas como el procesamiento de información, el aprendizaje, la memoria, la toma de decisiones o el uso de herramientas. Si bien las autoras consideran que el abanico de capacidades cognitivas que poseen es ciertamente notable, “Todavía no está claro si los insectos son sintientes (capaces de tener sentimientos y emociones)”. Sin embargo, también advierten que “ante tan pocos datos, no podemos asumir que la ausencia de pruebas es prueba de la ausencia”.

Sebo y Schukraft (2021) recuerdan que también hay algunas observaciones que podrían indicar ausencia de capacidad sintiente en insectos. Un ejemplo de ello es que las mantis religiosas pueden continuar apareándose incluso mientras su pareja las devora. En esta línea, un estudio identificó que abejas (Apis mellifera) heridas no desarrollaban una preferencia por el consumo de morfina en comparación a abejas sin lesiones (Groening et al., 2017). Por este y otros motivos, los autores sugieren que el único posicionamiento razonable con relación a la sintiencia en insectos es el de la incertidumbre. En esta línea, el informe Animal Consciousness encargado por la EFSA al Institut National de la Recherche Agronomique (INRA) concluye que debemos ser cautas a la hora de descartar la sintiencia en invertebrados, pues lo consideran una posibilidad plausible que requiere más investigación (Le Neindre et al., 2017). Por tanto, Sebo y Schukraft (2021) apuntan que debemos considerar que los insectos podrían ser sintientes. Concretamente, teniendo en cuenta las evidencias disponibles, los autores consideran que la probabilidad de que los insectos sean sintientes es de un 20-40%, lo que consideran un escenario no negligible. A este respecto, “si existe una posibilidad no negligible de que los insectos sean sintientes, entonces matar insectos es como conducir bajo los efectos del alcohol; impone un riesgo no negligible sobre otros individuos en contra de su voluntad”.

Grillos, larvas de escarabajo de la harina y larvas de la mosca soldado negra son los insectos que se matan en mayor cantidad anualmente en la industria de producción alimentaria. Lambert, Elwin y D’Cruze (2021) apuntan que una de las principales preocupaciones en términos de bienestar para los grillos es la matanza. La FAO sugiere hervirlos vivos durante 5 minutos (Hanboonsong y Durst, 2020). Sin embargo, hoy sabemos que este método genera sufrimiento en crustáceos decápodos (Yue, 2008), por lo que no deberíamos descartar que sea así también para otros invertebrados. Junto con el método de hervir a los insectos, el horneado, la congelación y la trituración son los métodos más comunes.

La industria de producción animal se caracteriza por disparar primero y preguntar después. Ante el creciente interés por las granjas de insectos, Lambert, Elwin y D’Cruze (2021) sugieren que se invierta en más investigación antes de que se despliegue esta industria. Por otro lado, Sebo y Schukraft (2021) plantean la pregunta de base de si queremos fomentar un sistema alimentario que críe y mate animales a billones. No solamente porque no vaya a resolver la crisis climática, también por nuestra responsabilidad para con la enorme cantidad de sufrimiento que puede generar esta actividad teniendo en cuenta la posibilidad de la sintiencia en insectos y el número de individuos implicados. Además, los autores recuerdan que podemos producir “proteínas de origen vegetal sin necesidad de crear billones de seres posiblemente sintientes cada año, todo para que luego podamos confinarlos, matarlos y comerlos directamente o, más probablemente, indirectamente, a través de otros animales”.

 

Referencias

Cammaerts, M.-C. (2020) ‘Invertebrates should be given ethical consideration’. Anim. Sentience, 5, 1–5.

De Goede, D. M. et al. (2013) ‘Large scale insect rearing and animal welfare’, in The ethics of consumption. Wageningen: Wageningen Academic Publishers, pp. 236–242.

Hanboonsong, A. and Durst, P. (2020) ‘Guidance on sustainable cricket farming – A practical manual’. Bangkok, FAO.

Groening, J., Venini, D. and Srinivasan, M. V. (2017) ‘In search of evidence for the experience of pain in honeybees: A self-administration study’, Scientific Reports, 7(1), p. 45825.

Ipema, A. F. et al. (2021) ‘Providing live black soldier fly larvae (Hermetia illucens) improves welfare while maintaining performance of piglets post-weaning’, Scientific Reports, 11(1), p. 7371.

Lambert, H., Elwin, A. and D’Cruze, N. (2021) ‘Wouldn’t hurt a fly? A review of insect cognition and sentience in relation to their use as food and feed’, Applied Animal Behaviour Science, 243(June), p. 105432.

Le Neindre, P. et al. (2017) ‘Animal Consciousness’, EFSA Supporting Publications, 14(4).

Loukola, O. J. et al. (2017) ‘Bumblebees show cognitive flexibility by improving on an observed complex behavior’, Science, 355(6327), pp. 833–836.

Oonincx, D. G. A. B. et al. (2010) ‘An Exploration on Greenhouse Gas and Ammonia Production by Insect Species Suitable for Animal or Human Consumption’, PLoS ONE, 5(12), p. e14445.

Perry, C. J., Baciadonna, L. and Chittka, L. (2016) ‘Unexpected rewards induce dopamine-dependent positive emotion-like state changes in bumblebees’, Science, 353(6307), pp. 1529–1531.

Ries, A.-S. et al. (2017) ‘Serotonin modulates a depression-like state in Drosophila responsive to lithium treatment’, Nature Communications, 8(1), p. 15738.

Rumpold, B. A. and Schlüter, O. K. (2013) ‘Nutritional composition and safety aspects of edible insects’, Molecular Nutrition & Food Research, 57(5), pp. 802–823.

Sebo, J. and Schukraft, J. (2021) ‘Don’t farm bugs’, AEON. Disponible en: https://aeon.co/essays/on-the-torment-of-insect-minds-and-our-moral-duty-not-to-farm-them

Turck, D. et al. (2021) ‘Safety of dried yellow mealworm (Tenebrio molitor larva) as a novel food pursuant to Regulation (EU) 2015/2283’, EFSA Journal, 19(1).

Yue, S. (2008) ‘The welfare of crustaceans at slaughter’, Agribus. Reports, Article 5.

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